No hace demasiados meses
que el Presidente de CEIM y de la Cámara de Comercio nos invitó a una comida en
la sede de la institución, en la que se trataba de presentarnos a la Alcaldesa,
Dª Ana Botella y su equipo de entonces. Los asistentes fuimos los componentes
de la llamada Mesa de CEIM, es decir sus Vicepresidentes y el Comité Ejecutivo
de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid. Algo más de veinte personas,
eso que el Presidente de CEIM y la Cámara llama su equipo o, más equívocamente,
los “empresarios de Madrid”.
El objeto no era otro que
el de conversar con la Alcaldesa y que ella misma en persona nos aclarara las
cuestiones o dudas, de cualquier índole, que los asistentes expusieran en la
sobremesa. No habían ocurrido muchos de los episodios que se han producido
posteriormente. Ni la tragedia del Madrid Arena, que ha descabalgado de la
Alcaldía a los colaboradores que acompañaban a la Alcaldesa, ni la
desafortunada gestión de las empresas de recogida de basuras, ni algunos otros
episodios que han dado en un claro descenso de la popularidad de la propia Alcaldesa.
La mayor parte del coloquio
se centró en las expectativas de la ciudad de Madrid ante la reunión decisiva
del Comité Olímpico Internacional que debería decidir sobre la candidatura de
la ciudad de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020 y que concitaba la ilusión
de muchos de los convocados al almuerzo.
Llegado mi turno, pese al ambiente
de exultante confianza en el proyecto, expuse a la regidora madrileña si no
sería lo más adecuado retirar la candidatura a tiempo, basándome en las
decisiones de los gobiernos italiano y francés que habían decidido retirar las
de Roma y París, fundamentalmente por los problemas económicos que acosaban a
dichas ciudades y sus Estados, cuestión que tenía muchas semejanzas con la
ciudad y la economía actuales de Madrid.
Ni que decir tiene que no
hubo posible debate. La práctica totalidad de los asistentes, algunos incluso
alarmados por una pregunta tan fuera de
lugar, concluyeron que el éxito de la candidatura estaba alejada de toda
duda y que el efecto beneficioso de los Juegos Olímpicos, relanzaría la región
de Madrid y, con ello, su maltrecha economía. Nada de qué hablar, nada que
discutir. El éxito premeditado de la misión estaba asegurado.
La anécdota, absolutamente
cierta, explica muchas de las cosas que nos pasan en Madrid. Por una parte, la
representación institucional de “los empresarios de Madrid” en su actual
ensoñación, que dice abarcar la totalidad de un mundo que se aparta de nosotros
y por otra la representación política que no atiende a razones y hace caer
sobre la sociedad el peso de sus equivocaciones y sus consecuencias, sin más
debate.
Una tras otra, situaciones
y fracasos similares se suceden sin que parezca importarle a nadie que
pertenezca al mundo de la política o de las patronales que todas ellas traen
importantes repercusiones en forma de costes, excesos presupuestarios,
incrementos fiscales, ineficacias múltiples y otros muchos desastres
propiciados por la falta de análisis y por exceso de confianza o de
sometimiento a los dictados de los políticos. Y todo ello recae sobre la entera
sociedad, también sobre los empresarios, que somos los que debiéramos generar
la riqueza que tan alegremente se distribuye.
En consecuencia, el gran
proyecto de las Olimpiadas de Madrid, ha desaparecido sin más, como así ha
ocurrido también con las Cajas de
Ahorro, diluidas y sin responsables conocidos, pese a nuestra participación
activa en ellas o el escándalo de los EREs y los fondos para la formación,
gestionados por los sindicatos en Andalucía o los costes internos de nuestra
organización central, la “mas representativa” de acuerdo con la Ley 7/95, que
debieran ser transparentes y públicos y no lo son.
O, en otro orden de cosas, la nueva Ley de
Cámaras que pende amenazadora sobre nosotros, sobre nuestras organizaciones,
por decisiones de algún órgano de la Administración que, como a lo largo de nuestra historia, parece pretender
asumir las funciones constitucionales de las organizaciones libres de los
empresarios por la vía de una Ley uniformadora que acabará con todas ellas, si
nosotros no lo remediamos.
Y todo sin explicaciones,
sin debate, sin transparencia. Porque lo impone quién puede y los demás
parecemos aceptarlo en silencio, con una
cierta mansedumbre lanar y la mayor resignación.
Algunos nos preguntamos: ¿
Seguirá siendo lo mismo después de las elecciones de CEIM, que deberá elegir
nuevos rectores en su próxima Asamblea General ?.
De ser así, de continuar
los mismos que han callado tanto, lo normal es que escojamos otros caminos,
para no seguir errando.
Enrique Martínez Piqueras
Presidente de
FEDESMA
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