Mi
amigo es un periodista, bien conocido en nuestra zona, empresario de siempre, que
durante más de 30 años ha venido ejerciendo su trabajo con una dedicación y una
diligencia admirables, a través de su periódico local gratuito que, con una
tirada semanal reducida, se alimentaba
de la publicidad de muy diversas empresas, en especial las constructoras o
promotoras, necesitadas de dar a conocer sus proyectos en estos últimos años de
abundancia del sector inmobiliario.
Las
instituciones y ayuntamientos cercanos, aunque en menor medida, colaboraban a
aportarle algunos ingresos, igualmente publicitarios, para mantener su proyecto
empresarial y de vida, un periódico a través de cuyas páginas, muchos de
nosotros, por una u otra razón, nos
hemos visto retratados con alguna frecuencia.
En
tiempos mejores que los actuales, es decir, hace años, hasta se atrevió a
gestionar simultáneamente una pequeña radio local desde la que nos invitaba a
participar y a transmitir nuestros mensajes. Todo ello, con el afán del pequeño
empresario que, sin más ayuda que la de su familia, cree en su proyecto por encima de cualquier otra
consideración, sin medir el riesgo, porque la empresa es su vida y su libertad.
Su
capacidad de trabajo, como he dicho, ha sido infinita. Director, redactor, maquetista,
locutor, distribuidor de prensa y realizador
de todo trabajo necesario para situar en
los lugares adecuados, puntualmente, su medio de comunicación que, al mismo tiempo
era su medio y su proyecto vital. Cualquiera tenía fácil acceso a él, porque en
su agitada actividad era normal encontrarle en cualquier parte y charlar
distendidamente de lo divino y de lo humano.
Hace
unos días vino a verme al despacho para despedirse porque había decidido
abandonar. Me explicó que la caída de los ingresos de publicidad había llegado
a tal punto que, pese a su esfuerzo personal y a su liviana estructura, no
podía permitirse continuar perdiendo dinero y la decisión era firme. No continuaba
y pasaba a engrosar el ejército de desocupados sin proyecto empresarial
conocido. En espera de mejores tiempos.
Lo
triste es que el caso de mi amigo es más frecuente de lo que pueda parecer y,
cada día, cientos de pequeños proyectos parecidos se disuelven junto con las
ilusiones y las expectativas de sus creadores que un día soñaron que su fe y su
entusiasmo podrían con todo y que sus proyectos les sobrevivirían.
Este
parece ser el signo de los actuales tiempos convulsos que no respetan nada y que
solo los poderosos y los que manejan los hilos invisibles que dirigen nuestros
destinos son capaces de sortear, sin merma ni pérdida alguna y, en algunos
casos con cuantiosos beneficios derivados del caos en que nos movemos los
ciudadanos normales, especialmente, los pequeños empresarios, necesarios pero
desprotegidos.
Digo
esto porque, en el sector que nos ocupa, analizando la realidad, la mayor parte
de los proyectos de comunicación de nuestra zona han ido desapareciendo o
limitando su acción por efectos de la crisis, mientras resulta que algunas
instituciones, ayuntamientos varios, se permiten, en las circunstancias
actuales, editar decenas de miles de ejemplares de revistas gratuitas
mensualmente, ampliando el equipo de periodistas que, bien remunerados, además
persiguen la publicidad de todo tipo de empresas, con la finalidad de cumplir
sus objetivos que no son otros que los de informar debidamente y a cualquier
coste a sus lectores de las bondades de las políticas que teóricamente
desarrollan sus empleadores, los políticos locales, aunque, para ellos, las
reglas del juego y del mercado parecen no contar.
Eso
sí, que sepamos, sin dar a conocer la viabilidad económico financiera de tales
actuaciones ni su necesidad de carácter político o social. Cuestiones estas que
solamente parecen ser de importancia para la supervivencia de empresarios como mi amigo y todos los que arriesgamos nuestro futuro y
nuestro dinero.
Pese
a todo, se nos viene diciendo, desde hace tiempo, que se va a acometer la
reducción de las distintas administraciones hasta un nivel razonable y acorde
con la situación que vivimos. Que se van a cerrar las miles de empresas
públicas que distorsionan los mercados y que escapan al control de la
Administración Pública. También que se va a delimitar la acción de las
distintas administraciones.
Pero,
según los datos actuales solo unas pocas han desaparecido y algunos
ayuntamientos e instituciones públicas intentan continuar la absurda e
inapropiada labor de promotores y hasta comercializadores de pisos, plazas de
garaje y servicios varios, al tiempo que devenidos en empresarios encubiertos
de medios de comunicación, como es el caso que nos ocupa, sin importarles la
rentabilidad de sus proyectos ni su nula necesidad.
Y
mientras tanto, el Estado sigue sin cumplir la promesa de compensar a la
pequeña empresa por los IVA adelantados y de que todas las administraciones
cumplan la Ley y paguen a los proveedores en un plazo máximo de 45 días, lo
cual ha sido claramente contestado y desautorizado por distintos responsables
políticos.
En
estas condiciones, nos preguntamos: ¿ De verdad nuestros políticos creen en su
papel subsidiario o, en el fondo, pretenden ser los protagonistas de la
economía en detrimento de los empresarios ?. Porque si los hechos desmienten
continuamente sus palabras habrá que pensar que ser empresario en nuestro país
tiene riesgos añadidos que difícilmente podremos sortear los que creemos en la
libre empresa, en un país supuestamente libre. Y así, mi amigo ha tomado,
desgraciadamente, la mejor de las decisiones. Desde aquí le deseamos lo mejor.
Enrique
Martinez Piqueras
Presidente de FEDESMA