lunes, 25 de marzo de 2013

CEIM en la encrucijada


Las últimas semanas han traído un poco de tranquilidad a la casa de los empresarios madrileños. Las muestras de abatimiento que aparentaba su Presidente, Arturo Fernández, debidas al desorbitado eco mediático de unas leves irregularidades en las nóminas de ciertos trabajadores, habían trasladado a la opinión pública y a los empresarios de la patronal la sensación de un inminente abandono, tras el “periodo de reflexión” anunciado por él mismo.

Algunos, en su afán por ayudar al desenlace, ya se habían aprestado a dar su consejo, sin duda “desinteresado”, proponiendo incluso un “ plan para un relevo ordenado y temporal ” que devolviera al Presidente las fuerzas y el ánimo supuestamente perdidos y de paso lanzar discretamente su eventual candidatura.

Así es la vida. Desde el comienzo del asunto, dijimos que la importancia que daban los medios a tan escasa materia era excesiva y sospechamos de un movimiento que respondía más al “fuego amigo” procedente de la política que de la propia clase empresarial, tan desvinculada de la gestión de nuestros líderes. Las irregularidades, de existir, tendrán un carácter leve, previsiblemente serán sustanciadas con las sanciones debidas, sin más repercusión y todo ello dormirá pronto en el olvido.

Quizás se haya debido el episodio a la escasa independencia de la patronal de los sinuosos ámbitos de la política, independencia en su grado justo tantas veces reclamada, precisamente para evitar situaciones como la vivida, que no beneficia a nadie y mucho menos a la propia institución, aunque haya permitido echar al vuelo los sueños, impropios por excesivos, de algunos a los que puede más el ansia por llegar allá donde no alcanzan sus capacidades, que el sentido común que se les presupone.

Y es que, además, también hemos dicho que Arturo Fernández es un tipo de empresario y de persona muy difícil de discutir. Sus negocios, en tercera generación, son fruto de esfuerzo, trabajo, dedicación, propios de un sector complejo en el que no se puede llegar hasta donde él ha llegado sin los méritos citados, junto con una gran fe en su proyecto y una personalidad abierta y campechana que reconocemos todos cuantos le conocemos. Quiere esto decir que es muy difícil de sustituir y que no se le conocen sucesores a corto plazo, por mucho que se intenten encontrar, dentro de la propia CEIM.

Pero todo ello no quiere decir que su presidencia ha sido perfecta o que no se haya abierto la sucesión. Bien porque el propio interesado, ante tan incómoda experiencia, haya  podido hacer un examen de conciencia que le aconseje dedicar más tiempo a sus complejos negocios que a la patronal, bien porque otros elementos para nosotros aún desconocidos le inclinen a ello, o porque simplemente crea que es el momento de recuperar una buena parte de su libertad, perdida en tarea tan ingrata y poco agradecida como es la representación institucional.

Por otro lado, para muchos de los que la componemos, CEIM hace tiempo que ha ido perdiendo su esencia por lo que procede una cierta recomposición de sus fines y objetivos. La patronal que nació como suma de asociaciones con el añadido lógico de algunas grandes empresas inclasificables en sectores o territorios concretos, ha dado en un conglomerado de empresas de todo tamaño, muchas de ellas públicas, más cerca de un lobby de intereses múltiples que de la Confederación de patronales que le dio representatividad y presencia.

Ese lobby, pastoreado por ciertos dirigentes o asociaciones de sectores, hoy en franca decadencia, domina sus órganos clave y sus debilitadas finanzas. La multitudinaria Asamblea General, deslavazado órgano supremo que dobla en número a la propia CEOE, la burocrática Junta Directiva, forzosa sustituta del desaparecido Comité Ejecutivo, la llamada Mesa de Vicepresidentes, igualmente espesa y de emergencia, junto con la conocida como mini-mesa o mesa camilla para el alivio de las urgencias del Presidente, así como alguna Comisión, como la llamada de Admisiones, cuya única finalidad es filtrar la entrada de todo aquel que disguste o incomode a sus escasos e iluminados componentes, todo ello destila un olor rancio, impropio de la gran organización abierta y transparente que, por su papel en el fomento del asociacionismo empresarial mereció el reconocimiento de “organización más representativa” en virtud de la Ley 7/95 de la Comunidad de Madrid.

Dicha Ley, que permitió su representatividad y crecimiento, hoy se usa como elemento diferenciador y excluyente, hurtando los derechos igualitarios de todos y reforzando, o intentando reforzar,  las ilusiones sucesorias de algunos que esperan ascender a las alturas en los próximos meses, con motivo de la Asamblea General Electoral.

Pero hay que advertir que, el Presidente Arturo Fernández, en las reuniones convocadas al efecto estos días con sectores y territorios, se ha comprometido a resolver las diferencias internas de todo tipo, a aplicar los estatutos tal y como fueron concebidos y respetados durante decenios y a modernizar CEIM con el mismo o parecido planteamiento que la propia CEOE está queriendo llevar a efecto en su inminente Asamblea,  para intentar devolverle el prestigio perdido, aunque para algunos tal cambio solo persiga la continuidad de los mismos personajes.

Es la única manera de preservar el papel y hasta la supervivencia de la patronal de Madrid. No pueden seguir las capillas y las exclusiones. No se debe continuar con la política buenista y presidencialista durante mucho tiempo, por más que, como hemos dicho, sea muy difícil encontrar entre nuestras filas a empresarios de dimensión, compromiso y capacidad de liderazgo suficientes para llevar adelante la tarea de la necesaria renovación.

CEIM está en un momento clave. Su Presidente tiene una gran responsabilidad. Debe introducir grandes cambios, de personas y proyectos, tanto si se va como si decide continuar, porque de no hacerlo es más que probable que, por primera vez en la historia de nuestra casa común, ya dividida, se produzcan escisiones y emerjan las contradicciones en unas elecciones alejadas de la lista y candidato único consensuado y aceptado por la inmensa mayoría, procedimiento que ha sido habitual en sus 35 años de vida.

 

  

miércoles, 13 de marzo de 2013

Patronales, cuestión de liderazgo


Decíamos al comienzo de la publicación de este blog, al que hemos dado el nombre de un término náutico, RECALADA, que iniciábamos una navegación incierta. Toda navegación es incierta porque ninguna tiene garantizada la llegada a destino, ni el éxito del viaje previsto. Las circunstancias, los elementos, la mar y sus caprichos, condicionan la navegación y exigen pericia a la tripulación para superarlos.

En los momentos más duros es importante el conocimiento del oficio, de las artes para salir airosos de los embates con que la naturaleza pone a prueba a los hombres de la mar y a su capitán. El liderazgo, basado en la experiencia y la confianza que proporcionan las muchas misiones cumplidas, la fe en sus capacidades, son los elementos esenciales para el buen fin del proyecto, tantas veces realizado.

Sobre el liderazgo en las patronales queremos hablar hoy. Porque no debiera haber una patronal sin líderes capaces de unir a los empresarios en aquello que les hace iguales, con independencia de la dimensión o el sector en que su empresa opere: la importancia de ejercer la libre empresa en un país de hombres y mujeres libres, el orgullo de dirigir nuestro destino con libertad, asumiendo  los riesgos, el futuro incierto que ello conlleva y la defensa a ultranza de los intereses comunes.

 Sin embargo, el tiempo, los avatares de la economía y de la política han ido modificando el perfil de muchos de aquellos primeros líderes empresariales que, al igual que los políticos de la transición, levantaron organizaciones fiables que atrajeron a muchos de nosotros, estableciendo las condiciones y relaciones que han dado respuesta durante largos años a las necesidades de representación y defensa de nuestras empresas.

A día de hoy, es difícil de encontrar ese tipo de empresario comprometido con los principios que inspiraron nuestra democracia y la Constitución, que deposita en las asociaciones empresariales la representación y la gestión de “los intereses que nos son propios” sin más condición de que su funcionamiento sea democrático.

Muchos de los dirigentes empresariales en la actualidad viven o aspiran a vivir de sus decadentes organizaciones y de los fondos que les han venido proporcionando subvenciones varias, alejados de los valores que se les supone por el hecho de asumir representación tan digna y de tan alta responsabilidad. Son los valores de la sinceridad, de la honradez y transparencia personales que, al igual que tantos políticos, han ido postergando en busca de su cómoda aunque insegura posición de falso liderazgo.

Porque a la crisis actual, que afecta a tantas empresas y, por tanto, a todas nuestras organizaciones, no se le puede hacer frente más con las armas de la confianza en nosotros mismos y en nuestros propios proyectos y eso incluye el rearme moral que devuelva a las asociaciones empresariales el importante papel que han jugado durante más de 30 años.

Urge la vuelta a los valores que proporcionaron a nuestros empresarios la confianza en el trabajo desinteresado y eficaz de organizaciones representativas, que las vuelva a llenar de proyectos y de ilusión colectiva, que ahuyente a los arribistas, yernócratas, políticos travestidos de empresarios y otras especies de falsos dirigentes, ausentes de la sensibilidad, los conocimientos y la transparencia necesarios para gestionar organizaciones tan complejas y diversas como lo son los intereses de todos y cada uno de nosotros, al tiempo que capaces de liderar, con coraje y liderazgo moral, los que sin duda nos unen a todos.

Y que atraiga o que retorne a los que se han ido alejando de unas prácticas y unos modos más propios de la política que de la empresa, de la imposible gestión prioritaria de tanto interés privado, de los que asuman los valores que nos hicieron fuertes y fiables.

La tarea es difícil, pero no imposible. Y a ella deberemos aplicarnos en los próximos tiempos.

 

viernes, 8 de marzo de 2013

¿Súbditos o ciudadanos?


La pregunta no es baladí y resume en ella todo lo necesario para dirigirse en una sociedad democrática y abierta como creo que es la española. Para un súbdito sus derechos son una concesión o cesión de una autoridad superior a él. Tienes lo que te dan y en cierta forma no eres responsable de su buena administración. Para el ciudadano sus derechos emergen de su propia condición de ciudadano, no es una cesión o gracia de un poder superior. El ciudadano es consciente y celoso de sus derechos, pero aún más consciente de sus responsabilidades.

La cuestión aquí es: ¿las patronales están constituidas por súbditos o ciudadanos?

Si resulta que las patronales de un tiempo a esta parte han estado más orientadas al poder político, y sus dirigentes han sido elegidos al amparo de ese poder, no podemos ser más que súbditos en el peor de los sentidos. La patronal así se convierte en una burbuja endogámica encerrada en un bucle política-patronal del que queda al margen el verdadero ser de las asociaciones empresariales: el empresario.

En un país que salía de una dictadura y sin una cultura asociativa tenía sentido que se promoviera o empujase a importantes empresarios a que creasen aquellas incipientes patronales. Pero hasta ahí, no más.         La tentación de tutelarlas a través de su dependencia económica y política solo pueden derivar en lo que estamos ahora: desafección total e indiferencia del empresariado.

Ahora nos toca a nosotros construir asociaciones empresariales compuestas de CIUDADANOS en el más bello sentido de la palabra. Gente con derechos inherentes por el simple hecho de ser, y responsables de su destino. Nadie nos tiene que decir quien es nuestro presidente, ni como nos financiamos ni como nos organizamos.

Esto que digo en papel es sencillo pero no fácil. Al igual que en la política las patronales se han llenado de gente que las han convertido en su forma de vida. Fuera de ellas el frio espacio exterior.

¿ES MUCHO PEDIR QUE LAS PATRONALES SEAN DIRIGIDAS POR EMPRESARIOS?

Parto de la base que el hecho de ser empresario implica un grado de compromiso y libertad que solo corresponde a los ciudadanos. ¿Por qué dejamos que nuestras patronales las dirijan súbditos? Ahí la dejo . . .  báilala.

Manuel Beas Pérez de Tudela

Vicepresidente de FEDESMA

 

lunes, 4 de marzo de 2013

POR FIN, el constitucional nos devuelve la voz


En este comienzo del año 2013, en que los políticos intentan vanamente convencernos de que se inicia el final de la crisis, sabiendo que estamos en lo más álgido de la misma, se ha producido un acontecimiento que merece la pena ser analizado y comentado debidamente.

Y es que el Tribunal Constitucional, en sentencia del 22 de Enero de 2013, establece que los fondos de formación continua han de ser controlados por las empresas y los trabajadores que los sufragan, es decir, por sus representantes de la patronal y los sindicatos.

La sentencia, inequívoca en su formulación, no hace más que reconocer un derecho de las organizaciones de empresarios y trabajadores recogido en nuestra Constitución que, desde su Título Preliminar, nos hace responsables de la gestión de “ los intereses que nos son propios”.

Sin embargo, el mundo de la política viene ocupando todos los espacios de la sociedad hasta un extremo asfixiante que produce el rechazo de los ciudadanos, recogido con amplitud en las encuestas. Políticos de toda condición se permiten poner en cuestión la labor de patronales y sindicatos, organizaciones sociales o ciudadanas múltiples. La cuestión es controlar la sociedad para que nada ni nadie discuta su hegemonía y su dominio.

Consciente de ello, el actual gobierno empieza a poner coto a la presión de Ayuntamientos, Comunidades y partidos políticos. Trata de limitar su poder y la abusiva distribución de cargos, bienes y dineros entre amigos, colaboradores o correligionarios, hasta tal punto que la sociedad civil, que debiera inspirar la acción política, abomina de ella y rechaza su predominio.

Y, mientras tanto, hasta que la sociedad despierte y exija su papel, esencial para una democracia sana, es bueno que a la incipiente y lenta labor del Gobierno, los jueces del Tribunal Constitucional se hayan sumado, dando una lección a algunos políticos que, en su prepotencia, decidieron que también podían disponer de los fondos que empresas y empleados están obligados a aportar para la formación de los trabajadores ocupados.

Lo curioso del caso es que la sentencia ha sido consecuencia de un recurso interpuesto por la Generalitat de Cataluña, reclamando para sí el control de estos fondos e, incluso, la capacidad para legislar sobre ellos. CEOE y los Sindicatos, derrotados, parecían haber aceptado que el Estado, a través de la decisión de Fátima Báñez, dedicara la mitad de los mismos a las llamadas políticas activas de empleo, brindando a Comunidades autónomas y Ayuntamientos su gestión  para la atención a los desempleados, en lo que creemos un claro abuso de poder y un regalo envenenado.

 Pero el Tribunal Constitucional lo ha dejado bien claro y “ el Gobierno ha encajado un varapalo después de haber ninguneado a la CEOE y atacado a los sindicatos” según una fuente sindical. Ahora Ayuntamientos y Comunidades autónomas deberán devolver esos fondos para que sean gestionados por quienes únicamente pueden hacerlo, patronales y sindicatos.

Y este es el momento para demostrar que ambos están en condiciones de llevarlo a cabo con eficacia y transparencia, por muy desprestigiados que estén, porque no podemos ignorar que, con frecuencia, los fondos de formación se utilizan para fines distintos y que demasiadas personas, supuestos líderes empresariales o sindicales, se lucran con ellos y viven de su utilización oscura o interesada.

Desenmascaremos de una vez a falsas patronales que, apoyadas por políticos de todo signo, sobreviven arteramente en una jungla que mezcla los intereses de formación de nuestros trabajadores, con los de una importante cantidad de arribistas y supuestos líderes empresariales que acumulan cargos de representación para seguir avanzando en el descrédito y la politización de nuestras necesarias organizaciones.

En esa tarea, podemos asegurar que FEDESMA estará en la primera línea.