lunes, 13 de mayo de 2013

Nueva Ley de Cámaras; Réquiem por las patronales libres


El último Consejo de Ministros ha aprobado el anteproyecto de la nueva Ley de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación, que lleva anunciándose largos meses y que se ha venido tramitando con un absoluto secretismo pero sin la intervención de los empresarios, ni tan siquiera de los pertenecientes a los Plenos de las 88 Cámaras de Comercio que componen el propio Consejo de Cámaras, que hemos desconocido su contenido en todo momento.

De acuerdo con su articulado, este organismo, reconocidamente inútil, pasará a ser la Cámara de Comercio de España, con la finalidad de contribuir al loable esfuerzo conjunto en la internacionalización de la empresa española. Pretende la acción de todas las de carácter oficial, con el apoyo de las Cámaras de Comercio de España en el exterior, de carácter privado, reforzando así la marca ESPAÑA y el prestigio de nuestros productos en el exterior.

Loable objetivo, sin duda, que deseamos se alcance, pese a que el sistema escogido es el peor de los posibles. Al menos es lo que parece, a juzgar por los escasos datos que    se nos han avanzado y que parece mezclar conceptos tan dispares como la continuación de la  pertenencia obligada de todas las empresas, sin necesidad de pago obligatorio alguno, junto con mayores derechos para aquellas empresas que aporten cuotas voluntariamente, aún cuando la vicepresidenta del Gobierno aseguró que la misión fundamental es vigilar por los derechos de las pequeñas y medianas empresas.

Difícil misión cuando, en opinión de muchos de nosotros, lo que se intenta es potenciarlas, ampliando su campo, abriendo la puerta a que las grandes empresas controlen, de manera efectiva y con apoyo de las Comunidades autónomas, todos y cada uno de los órganos de gobierno y ejecutivos de unos entes que continúan siendo corporaciones de derecho público, ampliamente tuteladas por los responsables políticos y, en consecuencia, limitar la acción de las organizaciones empresariales teóricamente libres e independientes que habían tratado de controlar su actividad, fracasando en el intento.

Lejos están las palabras de José María Cuevas dirigidas al gobierno de Felipe González. “Las mejores Cámaras de comercio son las que no existen”, asumidas por el entonces candidato de la oposición Rodrigo Rato que aseguró que cambiaría la Ley cuando llegara al Gobierno, en apoyo a las patronales libres que establece la Constitución. Y claro que cambió la Ley, pero para situar a su hombre de confianza, Fernández Norniellas, al frente de un politizado y excluyente Consejo Superior de Cámaras, hoy definitivamente defenestrado en beneficio de la marca ESPAÑA.

Lejos están también los esfuerzos de tantos buenos empresarios comprometidos con las patronales auténticas que, una vez más, comprueban como su trabajo y sus convicciones son sepultados por los intereses de los políticos que desconfían de la sociedad y tratan de identificar los intereses generales con sus propios intereses, para evitar las posibles y molestas interferencias que la libertad y la democracia puedan ejercer sobre su caótica y ocultista gestión.

A falta de su debate en el Congreso de los Diputados, mucho nos tememos que el resto de las fuerzas políticas permitan finalizar el trabajo, ya bien avanzado, de debilitamiento y control político de las organizaciones libres de los empresarios, con la puesta en marcha de un nuevo y potente ente público, como siempre repleto de personajes travestidos de emprendedores, yernócratas y otras especies extraídas de la política , cada vez más conocidas entre nosotros.

Y a los empresarios que hemos creído, ingenuamente, en unas patronales libres como la Constitución determina, no nos quedará más que entonar un sentido réquiem por su desaparición efectiva y la nostalgia de los pocos tiempos buenos que tuvimos, convencidos de que nuestro trabajo hubiera podido servir para algo.

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