El
último Consejo de Ministros ha aprobado el anteproyecto de la nueva Ley de
Cámaras de Comercio, Industria y Navegación, que lleva anunciándose largos
meses y que se ha venido tramitando con un absoluto secretismo pero sin la
intervención de los empresarios, ni tan siquiera de los pertenecientes a los
Plenos de las 88 Cámaras de Comercio que componen el propio Consejo de Cámaras,
que hemos desconocido su contenido en todo momento.
De
acuerdo con su articulado, este organismo, reconocidamente inútil, pasará a ser
la Cámara de Comercio de España, con la finalidad de contribuir al loable
esfuerzo conjunto en la internacionalización de la empresa española. Pretende
la acción de todas las de carácter oficial, con el apoyo de las Cámaras de
Comercio de España en el exterior, de carácter privado, reforzando así la marca
ESPAÑA y el prestigio de nuestros productos en el exterior.
Loable
objetivo, sin duda, que deseamos se alcance, pese a que el sistema escogido es
el peor de los posibles. Al menos es lo que parece, a juzgar por los escasos
datos que se nos han avanzado y que
parece mezclar conceptos tan dispares como la continuación de la pertenencia obligada de todas las empresas,
sin necesidad de pago obligatorio alguno, junto con mayores derechos para
aquellas empresas que aporten cuotas voluntariamente, aún cuando la
vicepresidenta del Gobierno aseguró que la misión fundamental es vigilar por
los derechos de las pequeñas y medianas empresas.
Difícil
misión cuando, en opinión de muchos de nosotros, lo que se intenta es
potenciarlas, ampliando su campo, abriendo la puerta a que las grandes empresas
controlen, de manera efectiva y con apoyo de las Comunidades autónomas, todos y
cada uno de los órganos de gobierno y ejecutivos de unos entes que continúan
siendo corporaciones de derecho público, ampliamente tuteladas por los responsables
políticos y, en consecuencia, limitar la acción de las organizaciones
empresariales teóricamente libres e independientes que habían tratado de
controlar su actividad, fracasando en el intento.
Lejos
están las palabras de José María Cuevas dirigidas al gobierno de Felipe
González. “Las mejores Cámaras de
comercio son las que no existen”, asumidas por el entonces candidato de la
oposición Rodrigo Rato que aseguró que cambiaría la Ley cuando llegara al
Gobierno, en apoyo a las patronales libres que establece la Constitución. Y
claro que cambió la Ley, pero para situar a su hombre de confianza, Fernández
Norniellas, al frente de un politizado y excluyente Consejo Superior de
Cámaras, hoy definitivamente defenestrado en beneficio de la marca ESPAÑA.
Lejos
están también los esfuerzos de tantos buenos empresarios comprometidos con las
patronales auténticas que, una vez más, comprueban como su trabajo y sus
convicciones son sepultados por los intereses de los políticos que desconfían
de la sociedad y tratan de identificar los intereses generales con sus propios
intereses, para evitar las posibles y molestas interferencias que la libertad y
la democracia puedan ejercer sobre su caótica y ocultista gestión.
A
falta de su debate en el Congreso de los Diputados, mucho nos tememos que el
resto de las fuerzas políticas permitan finalizar el trabajo, ya bien avanzado,
de debilitamiento y control político de las organizaciones libres de los
empresarios, con la puesta en marcha de un nuevo y potente ente público, como
siempre repleto de personajes travestidos de emprendedores, yernócratas y otras
especies extraídas de la política , cada vez más conocidas entre nosotros.
Y
a los empresarios que hemos creído, ingenuamente, en unas patronales libres
como la Constitución determina, no nos quedará más que entonar un sentido
réquiem por su desaparición efectiva y la nostalgia de los pocos tiempos buenos
que tuvimos, convencidos de que nuestro trabajo hubiera podido servir para
algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario