martes, 21 de mayo de 2013

LOS LLAMADOS AGENTES SOCIALES, LAS CÁMARAS DE COMERCIO Y OTROS EMBROLLOS POLITICOS (I)


Constitución española de 1978 : TITULO PRELIMINAR : Artículo 7
“Los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos que les son propios. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento, deberán ser democráticos”.

Con este respaldo, entre el artículo 6 dedicado a los partidos políticos con una redacción similar y el artículo 8 dedicado a las fuerzas armadas, la Constitución española marcó el camino a los nuevos sindicatos y a las organizaciones libres de los empresarios, dotándolos de identidad constitucional propia, al estilo de los grandes Textos constitucionales europeos.
Desmantelado el tinglado de los sindicatos verticales del franquismo, alojamiento obligado de unos y otros, superada ampliamente la formulación del régimen de libertades de la Constitución Republicana, los sindicatos no tuvieron demasiados problemas para legitimarse y comenzar su acción, aún cuando muchas empresas no estaban preparadas ante un cambio tan radical como el que intentaron imponer y las crisis empresariales y los problemas derivados del nuevo modelo fueron sus primeras consecuencias.
Los políticos de entonces, alarmados por una situación de conflictividad creciente, trataron de encauzar las situaciones de riesgo por la vía más sencilla: apoyo a los derechos de los trabajadores plasmados en leyes tan obsoletas como el propio franquismo del que procedían y pasividad, cuando no apoyo expreso a los nuevos sindicatos, ante la conflictividad creciente, la desaparición de empresas, el desánimo empresarial y la falta de un tejido asociativo de los empresarios capaz de afrontar los enormes retos que se planteaban a diario.
Por suerte para todos, empresarios importantes, algunos desgraciadamente desaparecidos, otros en el olvido o alejados de los postulados actuales, hicieron frente a la situación y constituyeron las primeras organizaciones libres, liderándolas con honradez y coraje, promoviendo un asociacionismo sano, transparente, representativo de la multitud de pequeños, medianos y grandes empresarios desorientados. Entre grandes y menores actos de reivindicación, nació la gran patronal CEOE que fue capaz de ayudar a cambiar la situación, moderar a los sindicatos y convencer a los políticos, siempre escépticos, de la importancia de su función en beneficio del interés general.
Muchos años después, todo ha cambiado. En poco tiempo, por culpa de unos y otros, sindicatos y patronales han ido perdiendo peso y presencia, aunque no legitimidad. Los desaparecidos liderazgos limpios e independientes, tan necesarios para hacer fiable el sistema, han dado paso a los gestores de intereses múltiples y, a veces, inconfesables, provocando la desafección generalizada de trabajadores y empresarios que reniegan de un sistema concebido para defenderles pero que, en los momentos actuales, los más duros de la democracia, han quedado en la denominación tan simple como inútil de AGENTES SOCIALES, dedicados por entero a la foto con los políticos en actos sin más contenido que el de apoyar la confusa idea de estos sobre las necesarias estabilidad y gobernabilidad, muy por delante de los intereses comunes.
Es el precio pagado por el “pecado original” de haber sido depositarios de la voluntad popular en la ambiciosa formulación de la Constitución española. En palabras del escritor Muñoz Molina, en su reciente libro “Todo lo que era sólido”, el tinglado de todo lo que parecía firme y próspero ahora se hunde ante nuestros ojos: para que todo eso fuera posible hizo falta que se juntaran la quiebra de la legalidad, la ambición del poder político y la codicia, pero también la suspensión del espíritu crítico.
Lo que nos queda ahora son patronales más entregadas al poder político que a los intereses de empresarios y trabajadores, no necesariamente coincidentes, compuestas en su gran mayoría por dirigentes poco propensos a admitir la crítica, el debate abierto ni a potenciar los liderazgos y el asociacionismo generalizado, que han sido los ejes motores de unas organizaciones antes libres y ahora cautivas de sus propias incapacidades para cumplir el papel que les asigna la Constitución de defensa y promoción de todos aquellos intereses que nos son propios, sin más condición que el respeto a la propia Constitución y a la ley.
Nos quedan patronales que incumplen clamorosamente sus propios Estatutos y la obligación de su funcionamiento democrático, sin una sola queja de sus órganos de gobierno. O que mezclan confusamente los distintos órganos directivos y de gobierno, para preservar intereses personales, políticos o ambas cosas. O que, ante la fragmentación de patronales, todas ellas legítimas, esconden su evidente incapacidad bien limitando la participación de alguna que otra o bien solicitando vergonzantemente puestos clave que preserven su representatividad, en aquellas constituidas por los poderosos que, hartos de tanta inanidad, deciden crear nuevos foros para la mejor defensa de sus intereses.
Es la política en estado puro trasladada al ámbito empresarial. El fracaso de un sistema bendecido por casi todos y arrinconado por unos pocos. Y ahora, para colmo, se nos echa encima, con toda su crudeza, el asunto de las Cámaras de Comercio, Industria y Servicios (antes Navegación) que, por su relevancia, dejaré para el próximo capítulo, no sin antes decir que, en opinión de muchos de nosotros, puede significar la muerte definitiva de tantas patronales que se encuentran en tratamiento asistido pero, sobre todo, un nuevo ataque a esa Constitución que algunos políticos parecen querer incumplir, con un desprecio manifiesto y muchas veces público y desafiante.

Enrique Martínez Piqueras
Presidente de FEDESMA, Vicepresidente de CEIM
Miembro del Pleno de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid y de la Asamblea de CEOE

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